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historias para no contar
La historia de Seita y Tetsuko —dos hermanos que sobreviven como pueden en las arrasadas calles de Kobe durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial— se muestra descarnada, cruda y sin ningún tipo de concesiones a la galería.
Atenazado el corazón del espectador por un comienzo de los que nunca se olvidan —después de tantos visionados como los que he hecho en la última década y media, me sigue impactando con igual fuerza tan asombroso arranque—, el filme dirigido por Isao Takahata y producido por Studio Ghibli adapta a la perfección el texto original de Akiyuki Nosaka; algo que el escritor, que siempre se había mostrado reticente a que el cine pudiera trasladar de forma precisa su novela, no tuvo más remedio que admitir cuando se asomó a la pre-producción de este puntal fundamental del anime japonés.
Un puntal que se sustenta, para empezar, en extender a toda su duración la idiosincrasia que se deriva de sus duros primeros minutos, esto es, mostrar de la forma más veraz posible desde una animación lo menos irreal posible la dramática situación que vivió el país del sol naciente en esos momentos finales de la contienda cuando ya se hacía evidente, incluso antes del lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, que las fuerzas del eje no tenían nada que hacer contra el empuje de los aliados.
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